Debido a la tensa situación política y social que atraviesa actualmente mi país Venezuela me parece apropiado que recordemos la actitud de Jesucristo y de los primeros cristianos frente a los asuntos políticos de su entorno. Los Evangelios
La enseñanza de Cristo, que está contenida principalmente en los Evangelios, se presenta como revolucionaria con respecto a la sociedad judía, que espera a su Mesías. En efecto, El anuncia que es El la consumación de los tiempos, la culminación de la espera, al mismo tiempo que se proclama –como que es realmente- el Hijo de Dios, denuncia el formalismo y la opresión de los fariseos de su tiempo. Tal afirmación significa una revolución teológica y espiritual en un medio tan riguroso como era la sociedad judía, al mismo tiempo que no se puede omitir las connotaciones socio – políticas de tal doctrina, y que El mismo se encargo prontamente de desecharlas,. Al contrario, anuncia que el Reino de Dios es lo que corona toda la actividad política en la medida que ésta constituye una tentativa razonada de organizar la ciudad humana.
Su enseñanza se resume en una formulación que, a través de mil interpretaciones, culminará el pensamiento cristiano: Mi reino no es de este mundo". Por lo tanto, es normal que la enseñanza de Cristo no contenga ninguna doctrina política, puesto que en cierto sentido, el Evangelio implica una superación del pensamiento político como finalidad ultima y suprema de la vida humana.
Lo que persiguió Cristo fue despertar en cada uno de sus oyentes, el sentido de la vida espiritual, como llamar la atención sobre un universo nuevo, que cada cual lleva en si y que es, precisamente, la imagen del Reino de Dios. La religión cristiana es supra terrena y escatológica; pero, veremos que con San Pablo se precisa que la verdadera dimensión del Cristianismo comienza con un compromiso político, entendiéndose como tal, un no desentenderse de las cosas de este mundo.
Es cierto que esta enseñanza tenia una fuerza disolvente respecto a las jerarquías y valores sociales aceptados del momento u que podía parecer la de un rebelde y anarquista. Al señalar la vanidad de tales valores la importancia, por el contrario, del esfuerzo interior, al sustituir las dignidades admitidas por criterios puramente espirituales, la justicia por la caridad, ella enseñaba que ni la fortuna, ni el poder, ni la sabiduría, ni la respetabilidad o status social, son valores últimos o seguros.
Sin traicionar el espíritu especifico del Cristianismo naciente, hay que destacar aquello que lo hace análogo a la primera predicación estoica. En ambos casos, se da igual importancia al valor moral y frente a la sociedad a sus prejuicios y formalidades se valoriza al individuo que aparece despojado de sus vestiduras sociales, en la simplicidad de su corazón.
Los fariseos comprendieron el alcance de ésta predica y quisieron arrancarle consignas comprometedoras. Sea suficiente con recordar la cuestión aquella sobre el pago del tributo al César de Roma, que puede leerse en el Evangelio de San Mateo, 22,16-22. La respuesta indica bien cual es el límite de la critica cristiana. Sin duda, la actividad social y política forma parte de la vida terrena. Todas sus reglas, categorías y valores son terrenales, de este mundo. Por lo tanto no pueden compararse con la vida del alma, que solo concierne a Dios.
Lejos de afirmar que no hay que someterse a las obligaciones y responsabilidades políticas porque carecen de valor, concluye que hay que someterse a ellas porque preparan para la vida eterna. Esto último hay que entenderlo bien. Las dos realidades, la del mundo espiritual y la del mundo terrenal, no pueden ser comparables. Es cuestión de calidad, no de cantidad. Ahora bien, de esto no se puede deducir que las cosas de este mundo no tengan valor en si. Santo Tomas, tiempo después dirá que son "complementarias". Por eso es que la esclavitud, las enfermedades, la pobreza, etc, todos los males de este mundo, son del cuerpo y deben asumirse como tales. La vida de este mundo impone una serie de pruebas, que el hombre debe aprovecharlas de la mejor forma posible, en provecho de su salud espiritual. San Pablo, hablando de este tema, va a decir que debemos completar en nuestro cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo. Esta es la razón de porque en los Evangelios no hay un pensamiento político.
San Pablo
A la pura espera que aguardaba, en breve plazo, la realización de las profecías escatológicas, sucedieron hechos que comprometieron más el pensamiento cristiano.
Es fácil imaginar que las enseñanzas de Cristo fuesen admitidas por los primeros cristianos en una perspectiva disolvente, casi se diría anarquista sobre todo ante la proximidad de los acontecimientos definitivos. Para la clase social que componían esa primera comunidad de cristiano, la gran mayoría de los cuales no tenían nada que perder, la inminente Parusia era el pasaporte hacia una vida feliz para siempre. Los valores y deberes sociales y políticos se sentían precarios incompletos. Es ilustrativo de esto, leer los Hechos de los Apóstoles donde se narra la vida de las primeras comunidades cristianas, donde imperaba el desprendimiento de los bienes terrenales y la renuncia a los bienes de este mundo.
San Pablo trato de frenar semejante tentación. Sus cartas de las primeras comunidades están llenas de llamados a la calma social a la obediencia. Que se siga poniendo las cosas en común pero no porque el fin del mundo esta cerca, sino porque tal actitud a los esclavos les pide a sus amos (ver carta a los cristianos de Colosas,3,22-25)a los maridos, a las esposas, a los hijos etc. que cumplan con sus deberes de estado. De este modo la sociedad, no pierde ninguno de sus derechos, este testimonio cristiano consiste en cumplir con equidad y calidad cada uno de los deberes de la vida en sociedad.
“Perdona y olvida” así dice el dicho. ¿Pero es así de simple? Un joven a quien lo dejo su novia dice, “Ella verdaderamente hirió mis sentimientos. ¿Como puedo perdonarla por lo que me hizo?” Una joven a quien su padre la abuso sexualmente por varios anos pregunta, “¿Porqué debo perdonarle lo que me hizo?” El traficante de drogas que quiere cambiar su vida se pregunta, “¿Me perdonará Dios realmente todo lo que he hecho?” ¿Como perdonamos a los que nos han herido? ¿Como aceptamos el perdón de Dios?
La verdadera necesidad de ser perdonado
Dios odia el pecado y no puede tolerar ver como es de horrible. Por lo tanto, pecados que no hemos confesado nos separan de Dios y dañan nuestra relación con El.
- “Seguramente la mano del Señor no es muy corta para salvar, ni su odio es sordo para oír, pero tus iniquidades te han separado de tu Dios; tus pecados han hecho que El oculte su rostro de ti para no oír.” (Isaías 59:1-2)
El no perdonar a otros nos separa de Dios, pero también rompe nuestras relaciones con otras personas.
- “El que cubre una ofensa promueve el amor, pero el que la divulga, aparta al amigo.” (Proverbios 17:9)
Los Requisitos del Perdón
Porque Dios odia el pecado, el precio del perdón es alto. Las escrituras dan los siguientes requisitos para el perdón:
- Sacrificio. Hebreos 9:22 dice que “sin el derrame de sangre, no hay perdón.” En el Antiguo Testamento, el sacrificio de un cordero sin mancha era requerido para satisfacer la ira de Dios. Jesús, el hijo sin pecado de Dios, murió en la cruz y se convirtió en el sacrificio final del pecado. Jesús compró nuestro perdón cuando murió en la cruz.
- “Porque Cristo murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos para llevarnos a Dios.” (1 Pedro 3:18a)
“En El tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia.” (Efesios 1:7) - Perdonando a otros. Otro requisito para el perdón de nuestros pecados es que perdonemos a otros. 1 Corintios 13:5 dice que el amor verdadero no guarda rencor.” Recuerda que Proverbios 17:9 dice que un amigo verdadero nos perdonara. Dios también requiere que perdonemos a otros para recibir Su perdón.
- “Porque si perdonas a los hombres sus ofensas, tu padre celestial también te perdonara. Pero si no perdonas a los hombres sus ofensas, tampoco tu padre te perdonara tus pecados.” (Mateo 6:14,15)
“Sean amables y misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como Dios también les perdonó a ustedes en Cristo.” (Efesios 4:32) - Confesión del Pecado. Debemos de admitir nuestros pecados a Dios si queremos que nuestra relación con el sea restaurada completamente. Volviendo a examinar nuestra necesidad por el perdón, vemos que los pecados que no hemos confesado nos separan de Dios. Confesión es la manera de restaurar nuestra relación con nuestro Señor, recuerda que es para nuestro propio beneficio que confesamos nuestros pecados para volver al Señor porque El es fiel aun cuando nosotros no somos fieles. (2 Timoteo 2:13).
- “Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9)
- Arrepentimiento. Nosotros debemos decidir que queremos cambiar, para rechazar nuestros pecados.
- “Por tanto así dijo el Señor, Si te arrepientes, yo te cambiare para que puedas servirme.’” (Jeremías 15:19a)
Los Resultados del Perdón.
La Biblia promete los siguientes beneficios del perdón de Dios:
- Felicidad. Cuando conocemos el perdón de Dios, somos bendecidos (felices).
- “Bienaventurado aquel cuyo traspaso ha sido perdonado, y su pecado cubierto. Bienaventurado es el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad, y en cuyo espirito no hay engaño.” (Salmo 32:1,2)
- Dios escoge no mantener nuestros pecados en contra de nosotros.Otro resultado del perdón de Dios es que el no guarda notas de nuestros pecados, no los mantiene en contra de nosotros. Porque la sangre de Cristo cubrió nuestros pecados, Dios escoge olvidarse de ellos.
- “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones, por amor de mi mismo, y no me acordare de tus pecados.” (Isaías 43:25)
- Dios elimina nuestros pecados. ”Es posible que nuestro Señor nos mire sin ver nuestro pecado porque cuando nos perdono, E alejó nuestras rebeliones así como esta de lejos el este del oeste.” (Salmo 103:12)
- Nos podemos perdonar. Cuando hemos sido perdonados, nos podemos perdonar y seguir con nuestras vidas.
- “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que esta delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” (Filipenses 3:13,14)