miércoles, 12 de febrero de 2014

el cristiano y la política

Debido a la tensa situación política y social que atraviesa actualmente mi país Venezuela me parece apropiado que recordemos la actitud de Jesucristo y de los primeros cristianos frente a los asuntos políticos de su entorno.                                                                                        Los Evangelios
La enseñanza de Cristo, que está contenida principalmente en los Evangelios, se presenta como revolucionaria con respecto a la sociedad judía, que espera a su Mesías. En efecto, El anuncia que es El la consumación de los tiempos, la culminación de la espera, al mismo tiempo que se proclama –como que es realmente- el Hijo de Dios, denuncia el formalismo y la opresión de los fariseos de su tiempo. Tal afirmación significa una revolución teológica y espiritual en un medio tan riguroso como era la sociedad judía, al mismo tiempo que no se puede omitir las connotaciones socio – políticas de tal doctrina, y que El mismo se encargo prontamente de desecharlas,. Al contrario, anuncia que el Reino de Dios es lo que corona toda la actividad política en la medida que ésta constituye una tentativa razonada de organizar la ciudad humana.

Su enseñanza se resume en una formulación que, a través de mil interpretaciones, culminará el pensamiento cristiano: Mi reino no es de este mundo". Por lo tanto, es normal que la enseñanza de Cristo no contenga ninguna doctrina política, puesto que en cierto sentido, el Evangelio implica una superación del pensamiento político como finalidad ultima y suprema de la vida humana.

Lo que persiguió Cristo fue despertar en cada uno de sus oyentes, el sentido de la vida espiritual, como llamar la atención sobre un universo nuevo, que cada cual lleva en si y que es, precisamente, la imagen del Reino de Dios. La religión cristiana es supra terrena y escatológica; pero, veremos que con San Pablo se precisa que la verdadera dimensión del Cristianismo comienza con un compromiso político, entendiéndose como tal, un no desentenderse de las cosas de este mundo.

Es cierto que esta enseñanza tenia una fuerza disolvente respecto a las jerarquías y valores sociales aceptados del momento u que podía parecer la de un rebelde y anarquista. Al señalar la vanidad de tales valores la importancia, por el contrario, del esfuerzo interior, al sustituir las dignidades admitidas por criterios puramente espirituales, la justicia por la caridad, ella enseñaba que ni la fortuna, ni el poder, ni la sabiduría, ni la respetabilidad o status social, son valores últimos o seguros.

Sin traicionar el espíritu especifico del Cristianismo naciente, hay que destacar aquello que lo hace análogo a la primera predicación estoica. En ambos casos, se da igual importancia al valor moral y frente a la sociedad a sus prejuicios y formalidades se valoriza al individuo que aparece despojado de sus vestiduras sociales, en la simplicidad de su corazón.

Los fariseos comprendieron el alcance de ésta predica y quisieron arrancarle consignas comprometedoras. Sea suficiente con recordar la cuestión aquella sobre el pago del tributo al César de Roma, que puede leerse en el Evangelio de San Mateo, 22,16-22. La respuesta indica bien cual es el límite de la critica cristiana. Sin duda, la actividad social y política forma parte de la vida terrena. Todas sus reglas, categorías y valores son terrenales, de este mundo. Por lo tanto no pueden compararse con la vida del alma, que solo concierne a Dios.

Lejos de afirmar que no hay que someterse a las obligaciones y responsabilidades políticas porque carecen de valor, concluye que hay que someterse a ellas porque preparan para la vida eterna. Esto último hay que entenderlo bien. Las dos realidades, la del mundo espiritual y la del mundo terrenal, no pueden ser comparables. Es cuestión de calidad, no de cantidad. Ahora bien, de esto no se puede deducir que las cosas de este mundo no tengan valor en si. Santo Tomas, tiempo después dirá que son "complementarias". Por eso es que la esclavitud, las enfermedades, la pobreza, etc, todos los males de este mundo, son del cuerpo y deben asumirse como tales. La vida de este mundo impone una serie de pruebas, que el hombre debe aprovecharlas de la mejor forma posible, en provecho de su salud espiritual. San Pablo, hablando de este tema, va a decir que debemos completar en nuestro cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo. Esta es la razón de porque en los Evangelios no hay un pensamiento político.

San Pablo
A la pura espera que aguardaba, en breve plazo, la realización de las profecías escatológicas, sucedieron hechos que comprometieron más el pensamiento cristiano.

Es fácil imaginar que las enseñanzas de Cristo fuesen admitidas por los primeros cristianos en una perspectiva disolvente, casi se diría anarquista sobre todo ante la proximidad de los acontecimientos definitivos. Para la clase social que componían esa primera comunidad de cristiano, la gran mayoría de los cuales no tenían nada que perder, la inminente Parusia era el pasaporte hacia una vida feliz para siempre. Los valores y deberes sociales y políticos se sentían precarios incompletos. Es ilustrativo de esto, leer los Hechos de los Apóstoles donde se narra la vida de las primeras comunidades cristianas, donde imperaba el desprendimiento de los bienes terrenales y la renuncia a los bienes de este mundo.

San Pablo trato de frenar semejante tentación. Sus cartas de las primeras comunidades están llenas de llamados a la calma social a la obediencia. Que se siga poniendo las cosas en común pero no porque el fin del mundo esta cerca, sino porque tal actitud a los esclavos les pide a sus amos (ver carta a los cristianos de Colosas,3,22-25)a los maridos, a las esposas, a los hijos etc. que cumplan con sus deberes de estado. De este modo la sociedad, no pierde ninguno de sus derechos, este testimonio cristiano consiste en cumplir con equidad y calidad cada uno de los deberes de la vida en sociedad.

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